lunes, enero 28, 2008

Quién sirve para las ciencias y para qué nos sirven las ciencias. (1ra parte)

Todos. Para hacernos seres humanos más completos. Esas son las respuestas. Pero si su curiosidad va más allá de saberlas, y Ud. quiere saber por qué esas son las respuestas, entonces lo invito a una lectura, en tres partes, que espero lo motive a apreciar y disfrutar de las ciencias, como uno de los caminos que nos llevan al mejor entendimiento de los que nos rodea, como parte del crecimiento humano.




En octubre de este año, se dieron cita en la Isla de Margarita, astrónomos latinoamericanos provenientes de instituciones de todo el orbe, para presentar lo más reciente de sus trabajos en la XII Reunión Regional Latinoamericana de la Unión Astronómica Internacional (http://www.margarita2007.org/). Alrededor de 250 profesionales y estudiantes de la astronomía, además de algunos educadores y profesionales de la divulgación también se unieron a la cita, que tiene como propósito exponer los trabajos de investigación astronómica que se llevan a cabo en la región, además de fomentar lazos de colaboración internacionales entre las instituciones participantes.

El nivel de los trabajos presentados fue excelente y dio prueba de que la investigación científica astronómica latinoamericana es de la mejor calidad. Venezuela, con su Centro de Investigaciones de Astronomía (CIDA, www.cida.ve) destaca por sus poco más de 30 años de labor investigativa, y aunque contando con una planta pequeña de investigadores (si lo comparamos con institutos de la misma categoría en otros países), el nivel de sus trabajos está dentro de los estándares internacionales que definen la ciencia astronómica. Por el CIDA han pasado casi todos los estudiantes de matemática y física que han mostrado interés en especializarse en astronomía o astrofísica en Venezuela, y han recibido allí el mejor entrenamiento, teórico y observacional, capacitándolos para continuar estudios de maestría y doctorado, dentro y fuera del país.

La astronomía, casi como ninguna otra ciencia, tiene una virtud muy especial, la fascinación que ejerce en todos nosotros. Todos tenemos la curiosidad de saber sobre las estrellas, los planetas y los cometas, otras galaxias y otras posibles formas de vida, el espacio infinito y como se creó algo tan grande. Yo, quien fascinada por las estrellas finalmente me dediqué profesionalmente a ellas como astrónoma, he visto amas de casas, estudiantes, profesionales, militares, desempleados, brujos ¡y hasta sepultureros! hacer preguntas sobre la fases de la Luna, el paso de un cometa, o sobre si son ciertamente estrellas las que caen en las lluvias de estrellas. No importa el grado de instrucción, la ocupación o la edad de las personas, ante la posibilidad de plantearla, todos siempre tenemos una curiosidad astronómica que satisfacer.

Otras ciencias por el contrario no ejercen tal atracción, siendo quizás las matemáticas la más desechada de todas, por decirlo de alguna manera, por su aparente inutilidad en la vida diaria, por su poca inherencia en el mundo en que vivimos; después de todo, las calculadoras suman y multiplican por nosotros. Cualquier otra cosa que la matemática, la física, la química o la biología puedan ofrecernos, nos es irrelevante. Tal situación me parece terriblemente absurda, porque de hecho yo personalmente me formé como Licenciada en Matemáticas (UCLA) -1-, antes de iniciar mis estudios formales de física (ULA) -2- y astronomía (Yale) -3-. Mi experiencia con la matemática me permitió comprobar el valor enorme que éstas poseen.

Mientras era estudiante de pregrado, me enfrentaba a las miradas incrédulas de aquellos que se enteraban que estudiaba matemáticas puras. Casi inmediatamente era clasificada como cerebrito, en el mejor de los casos, y en el peor de los casos, escuchaba, y escucho, expresiones como “hay que estar loco para estudiar matemáticas puras”. Ni lo uno ni lo otro, como el resto de mis compañeros, yo me tenía que fajar horas y horas de estudio, tratando de entender el lenguaje netamente abstracto pero profundamente lógico que las matemáticas encierran. De manera que han sido muchas las pestañas quemadas, las horas no dormidas, los libros hojeados, leídos, marcados y escritos con notas, de mis estudios matemáticos. Y sí, la matemática pura es complicada, y para eso están los matemáticos que la estudian en detalle y profundidad, pero no tenemos que ser matemáticos para apreciarla y disfrutarla en nuestra vida diaria; como seres humanos abiertos al universo y sus maravillas, podemos ofrecerle también un espacio a las ciencias en nuestra vivencia, claro que para ello debemos empezar por no negarnos de antemano a ellas.


La ciencia es muy difícil, ergo solo para gente muy inteligente

Estudiar ciencias nunca ha sido fácil, pero la verdad es que tampoco es imposible. La fuerza que impulsa al investigador es la curiosidad, el deseo de saber cómo y por qué ocurren las cosas. El investigador se hace preguntas sobre un fenómeno, lo observa cuidadosamente, hace experimentos que le brindan información adicional, relaciona lo observado con conocimientos previos del tema, e intenta finalmente responder sus preguntas iniciales. Normalmente termina haciendo más preguntas, más complejas que las iniciales y con ello reinicia el proceso de la investigación.

La ciencia se caracteriza entre otras cosas, por una rigurosidad en su método, que no tiene otro fin que el garantizar la repetibilidad de la investigación, para su corroboración independiente y objetiva por parte de otros investigadores. Esa rigurosidad implica una dedicación al trabajo, un cuidado de los detalles, y una imparcialidad ante los resultados obtenidos, a los que quizás pocos estén acostumbrados. Con estos ingredientes básicos fundamentales, estamos en condiciones de hacer ciencia. Nótese que no he mencionado que sea necesario el poseer una inteligencia particularmente superior, que no voy a negar sería de ayuda, pero que no es suficiente ni necesaria para hacer una investigación científica de rigor. De resto, el entrenamiento formal en las labores de investigación ayuda a recorrer algunos caminos más rápidamente, después de todo no es necesario reinventar la rueda, y también da un sustento más firme y estructurado a la labor realizada.

No necesitamos saber mucho para empezar a hacer ciencia, no de antemano. Eventualmente durante el proceso de investigación, ciertamente adquirimos un conocimiento, muchas veces producto del manejo constante del mismo, pero éste es una adquisición, un beneficio de la investigación, no un requerimiento de la misma. En todo caso, ese conocimiento se convertirá en un ingrediente de investigaciones posteriores más profundas, pero eso viene después, no antes. Es el proceso iterativo natural que ocurre en la investigación, el que conlleva como resultado que quien la practica adquiere conocimientos. Pero repito, es un efecto, no la causa.

No necesitamos ser genios para ser científicos, pero sí necesitamos ser curiosos, mucho, y necesitamos dedicación para buscar y conseguir las respuestas. Y si pensamos en la curiosidad que en todos nosotros despierta la astronomía, por ejemplo, podemos de extender esa idea al resto de las ciencias, para apreciarlas y disfrutarlas, como nos merecemos. Una persona que busca nutrirse de todo lo que le rodea, se pierde de una enorme y satisfactoria experiencia si omite las ciencias de su vida. De manera que negarse a las ciencias porque necesitamos ser muy inteligentes para entenderla es un error, y grave además.


Las personas inteligentes, las personas educadas, las personas sabias

¿Quién es una persona inteligente? ¿Una persona que sabe mucho? No. Una persona inteligente es aquella que crea relaciones congruentes, lógicas y consistentes entre distintos hechos, situaciones o informaciones. Estos lazos le permiten encontrar más información y eventualmente formular nuevas preguntas, más complejas. No en vano, los tests de inteligencia nunca han sido tests de conocimientos, sino mas bien de encontrar relaciones entre distintos objetos, dada una información inicial sobre los mismos. Dentro de esta definición caben por ejemplo las llamadas inteligencias lógico-matemática, lingüística, espacial, kinestésica y emocional. Tristemente, tantas inteligencias atribuidas al ser humano, han sido usadas no sólo en buenas, sino en también malas maneras, así que de antemano debemos dejar en claro que inteligencia y humanidad no siempre van de la mano. No podemos olvidar que la valoración de un ser humano, proceso de por sí complejo, no puede descansar únicamente en una evaluación de sus capacidades intelectuales.

La inteligencia en su definición más amplia y global, parecer ser una característica muy propia del ser humano, que nos distingue de otros seres vivos, sin embargo experimentos en primates y aves, han mostrado indicios de que ésta parece no ser exclusiva de nuestra especie. Hay otra cosa común además, la estimulación - mientras más temprana mejor - ayuda enormemente a desarrollar esa inteligencia, que está muy probablemente impresa química y eléctricamente en nuestros cerebros. Dicho en las palabras del sabio griego Plutarco de Queronea: La mente humana no es un recipiente para ser llenado sino una antorcha para ser encendida.

Las personas educadas son probablemente las más sencillas de definir, son aquellas que han tenido (y aprovechado útilmente) un entrenamiento educativo formal, y naturalmente mientras más alta sea la categoría de dicho entrenamiento, como por ejemplo un estudio de postgrado, más educada esta persona es. Por último, las personas sabias son aquellas que han adquirido conocimientos gracias a la experiencia vivida, es por tanto un conocimiento acumulado en el tiempo, producto de la observación repetida de un suceso. Esa observación bien puede ser pasiva, es decir, la persona simplemente observa como pasan las cosas, y al verla ocurrir varias veces, crea una estadística de la misma de la cual infiere una conclusión. Parece mentira, pero usamos las matemáticas de las formas menos pensadas.

Tras muchos años de dar cursos y charlas de astronomía, he encontrado en muchas ocasiones, a personas que cuando hacen sus preguntas revelan esa facilidad para la conexión de ideas que caracteriza a la inteligencia. La variedad de público con la que he tenido la oportunidad de interactuar, me permite sustentar firmemente la conclusión de que estas personas no eran particularmente muy educadas (formalmente, me refiero), y no todos eran personas de edad con sabiduría acumulada. Eran todas sí, personas que escuchaban atentamente, aunque no solo con los oídos abiertos, sino con la mente y la imaginación abiertas, relacionando conceptos, creando una estructura global coherente de lo aprendido. Como dije anteriormente, desde quien cava la tumba de otras personas, hasta quien posee un titulo de doctorado, todos podemos y tenemos el derecho a aprender del mundo, porque tenemos el potencial innato de hacerlo. Aprender del mundo incluye aprender sobre las ciencias, la astronomía siendo quizás de las más fascinantes y populares, pero también podemos abrir nuestros cerebros – y corazones – a todas las ciencias, en las múltiples formas que ellas se nos ofrecen.

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(1) UCLA, Universidad Centrooccidental Lisandro Alvarado, Barquisimeto, Venezuela.
http://www.ucla.edu.ve/

(2) ULA, Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela. http://www.ula.ve/

(3) Yale, Universidad de Yale (Yale University), New Haven, CT, USA. http://www.yale.edu/

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