miércoles, agosto 22, 2007

Jesús Vivas

Socialismo o Reformismo (III)1

Dos afirmaciones vengo manejando en estos artículos seriados: 1) No se puede hablar de socialismo hoy, sin tener seriamente en cuenta el pensamiento de Carlos Marx. 2) El reformismo, el oportunismo, el burocratismo, el derechismo y la corrupción en el seno del llamado pensamiento de izquierda, han sido los causantes fundamentales de las sucesivas derrotas históricas tenidas por la mayor parte de los intentos revolucionarios a nivel mundial. Las condiciones históricas para los cambios profundos se han dado, pero sus dirigentes no han estado a la altura de estas circunstancias.

Para argumentar el primer caso, tomaré algunos contenidos del “Manifiesto Comunista”, demostrando que mientras estemos en el marco de las condiciones que tipifican al sistema capitalista, éste memorable documento tendrá vigencia. La afirmación allí contenida de que “la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, encuentra perfectamente su respuesta en la conducta humana universal y sus relaciones sociales y materiales permanentes. Las lecturas conservadoras han pretendido darle una interpretación mesiánico-religiosa, determinista, moral, personal o casual a este asunto. La historia es una ciencia, lo hemos advertido, y como tal, tiene sus mecanismos y leyes particulares. Los hombres y sus organizaciones políticas, sociales, económicas, filosóficas, militares o religiosas, deberán conocer en profundidad las interioridades de cada tiempo histórico, para poder actuar en la dirección correcta. El hombre pues, tiene que conocer lo histórico - real, para poder acertar.

Cada período histórico tiene de suyo sus propias características. Por ejemplo “la burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario”, así fue su conducta frente al viejo molde medieval. Pero, “la burguesía, no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción”. Este proceso dialéctico la lleva a un momento, en que “ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con su conjuro”. Más aún, “han producido sus enterradores: el proletariado”. Es en sí, el desarrollo político de sus oprimidos, pues “toda lucha de clases, es una lucha política”. En el marco de la economía política (burguesa),” sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria”. Es esta clase la que con mayor rigor siente la crueldad de la explotación capitalista. Si esta clase sometida, tarda para reaccionar contra sus dominadores, es porque sobre ellos actúa todo el peso de la ideología como “falsa conciencia”. Sin duda el desarrollo de la consciencia colectiva es un asunto lento y complejo. Este desarrollo de una nueva visión colectiva, le irá haciendo comprender a la clase trabajadora, que el capital y la propiedad no es un asunto natural ni eterno, sino histórico. Entienden ahora, que “El capital es un producto colectivo…es pues una fuerza social” para que se active, necesita de la acción de clases opuestas: el explotador y el explotado,”Sólo cambiando el carácter social de la propiedad”, cambiarán las relaciones de dominación. No sólo lo material se transforma en propiedad, propiedad también es la fuerza de trabajo y las ideas que él tiene del mundo: las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante”. Ocurre sí, que en el capitalismo se han “simplificado las contradicciones de clase”. Con esto, “las relaciones de producción…y todas las relaciones sociales”, pasan “incesantemente” por diversos cambios. Cambios que se corresponden con estas relaciones de producción, es decir, con la realidad material social. No se trata pues de que los hombres quieran poner esto o aquello a su capricho, o hacer valer su limitada visión de los hechos en desmedro de la realidad. Si así lo hacen, los colectivos pagan con creces este equívoco. Es esto precisamente lo que ocurre a diario en el campo político; el pensar y el hacer al margen de la realidad. Incluso quieren ocultar, que “el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones entre el obrero individual y el burgués individual adquiere más y más el carácter de colisión entre dos clases”. Los seudo dirigentes prefieren hacer aparecer este choque como algo temporal, circunstancial, pasajero, superable en el marco del sistema capitalista de producción, cuando en verdad el es inevitable. El asunto estaría entonces, en la “conquista del poder político por el proletariado”. Como la clave está en el carácter privado de los medios de producción, los propietarios gritan estruendosamente contra el peligro: nos quieren quitar la propiedad privada, pero ocurre que “en vuestra sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros”. Los trabajadores que son precisamente quienes producen propiedad, están completamente al margen de ella. Los seudo revolucionarios “recubren con un barniz socialista” la esperanza liberadora. Hoy pareciera que hablar de socialismo es un asunto de moda. En verdad, lo que se quiere es, “consolidar la sociedad burguesa”, es por ello que claman por mejoras, reparos, soluciones, adecentamientos, superaciones, reformas, pero en ningún caso verdaderos cambios estructurales de fondo. Algunos, no “tienen más que un sentido puramente utópico”. Concluye el ‘Manifiesto’ con un llamado universal: “Proletarios de todos los países uníos” (Dic de 1847). Jesús Vivas: jesus_vivas@cantv.net


1. También publicado en Diario “El Clarín”. La Victoria, Estado Aragua, Venezuela, 27 de octubre de 2005

2. Foto: Página del Manifiesto Comunista.

miércoles, agosto 08, 2007

EL INFILTRADO II

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Palimpsesto

Por Naudy H.Lucena

Algún concepto de infiltrado

Infiltrar, es entre tantas acepciones, penetrar subrepticiamente en..., es decir una acción estratégica, oculta y profunda. Un agente extraño a.., que influye con su comportamiento en, alguien, un grupo, en la sociedad, rompe sus principales reglas y normas de seguridad y altera su orden regular. Basaremos la siguiente descripción en lo que podrían ser dos categorías de infiltrados: el Intelectual y el Críminis.

A. El intelectual

Cuando la acción de Infiltración no solo consiste en invadir el espacio mental ajeno, lo cual es usual en la comunicación cotidiana, sino que busca interferir sutilmente en el pensamiento del Otro, lo corrige, por su puesto si éste, a causa de esa debilidad personal inculcada llamada decencia, se lo permite, y así, progresivamente se va apoderando de sus ideas que son la esencia de su pensamiento; las conduce en la conversación, mezclándolas con las suyas; hasta que toma lentamente posición dentro de él. Su acción es rápida y envolvente; no exenta de posibles colisiones pero una vez que ha logrado este objetivo, lo asfixia, poseyéndolo de tal forma que prácticamente lo anula como la enredadera del matapalo. Son muy conocidos, por ejemplo, los trabajos académicos de doble autoría, cuyas estructuras semióticas no tienen ni una hendidura por donde pueda pasar una hojilla, tal que permita decir, aquí esta un autor y aquí el Otro. La lógica discursiva de este tipo de texto encierra tantas interrogantes que ni el manual A. P. A (1) y sus derivados tienen respuestas, aún cuando se sabe numéricamente que la unión de dos produce el tres, queda siempre la incertidumbre. ¿Cómo dos estructuras ocupan el mismo espacio a la vez?, ¿Dónde está el Pensamiento de Uno y el Pensamiento del Otro? ¿Cuál es su dinámica? ¿Acaso existe el pensamiento gemelo? La hipótesis más plausible podría ser que tal expansión narrativa, la acuciosidad científica del ensayo, su argumentación y hasta sus selectos hallazgos son los mejores indicios que confirman la tesis de una ocupación: la presencia de un infiltrado, viviendo allí dentro de aquella victima como Alien, el octavo pasajero (2). Una vez instalado allí el pensamiento del infiltrado, el pensamiento del otro queda desolado como el caparazón de una ostra y sus antiguas ideas, lavadas, borradas, confusas, inseguras, secas, se convierten en polvo y desaparecen. “Juan esta un poco cambiado, ya no es igual-”.

Se sabe porque el sujeto ha cambiado su patrón de relación en su contexto social, aun cuando conserva sus mismos actos de cortesía, el saluda, agradece, felicita y da las debidas condolencias; asiste regularmente al trabajo, firma la entrada y la salida y cobra regularmente su cesta ticket, algo, un ligero olor a cobre y azufre lo delata. El colectivo de la calle que es el mejor filtro, percibe de inmediato el cambio; elude las trampas que el infiltrado les tira para distraerlos, resiste sus astucias y lo contradice abiertamente. “Ay! Juan José, me da pena verte como te han despachao, ya no sabes montar. Ni siquiera hacer caminar tu burro” (3)

En este caso el sistema de comprensión semiótica popular detecta al invasor; su intuición toca un limite estructural de sentido que les marca una diferencia entre un antes y un ahora; si antes era de una personalidad, abierta, alegre, extrovertida como los llaneros o los Margariteños ahora es reflexivo, concentrado, introvertido, como los Gochos y los Suizos. Su imagen regular ha cambiado abruptamente y hasta se puede observar simplemente, sin estar necesariamente afiliado a los neo-conductistas transaccionales, que hay una modificación en el normal desarrollo del guión de vida que siempre ha llevado el Confinado. La variación que observa el populacho rústico consiste en el cambio de sus códigos expresivos: “-Dicen que trabaja en Miami como peluquero”

El confesor, es un agente infiltrado intelectual que opera de diversas maneras y ejerce diversos roles en la sociedad; analista, psicólogo, psiquiatra, orientador, sacerdote, pastor, tutor, peluquero: por lo general es un tipo de infiltrado que sondea las profundidades del abismo interior ajeno y reserva para su uso estratégico aquella confesión que es como una brasa ardiente.

Sus palabras de ayuda o de intromisión descienden como atadas en cuerdas en aquella vasta extensión interior del otro y una vez allí dentro, dejan caer una especie de balde de plata donde recogen, todo lo indiscreto, los sueños más íntimos, el esbozo de sus objetos de deseo, sus fantasías, y sus ilusiones y así sucesivamente todas aquellas informaciones que escapan de los labios del confesado. San Agustín, tan sabio como astuto, creía que la confesión era “una búsqueda de misericordia”; es decir, una forma de desprenderse de un peso agobiante, que al cederlo, al entregarlo, mas allá de asumir el riesgo de la burla, a causa del uso que puedan hacer con aquello, el confesado extrañamente recibe una infinita recompensa oculta. Porque hasta la burla Dios puede convertirla en ayuda. La salud viene en el acto de destaparse, atreverse, contarlo, sacar a la luz pública. La cura según Martín Heidegger (4) ,es encontrarse en la angustia, abrir el Ser ahí mismo, lo cual lleva a encontrarse con su totalidad, y una vez declarado, allí, bajo el fuego del escarnio publico, sabe que tiene el control y ya no le importa su caída interior o la intromisión ajena , si ha llegado al fondo.

- Si, si, siga- dice el confesor- es decir que Usted no esta satisfecho, verdad, que otro vive en su cuerpo de hombre.
- Explíqueme, como es eso,... quiere agua, café o refresco.

Y las palabras del confesado se desprenden y ceden en ese juego de infinitas recompensas. De todo esto ¿Cuál puede ser la ganancia que obtiene el confesor?
Podría ser un móvil de placer que oscila entre la curiosidad y el gusto de tocar ese vacío ajeno; cuando el confesado suelta lentamente aquel hilo de seda que le viene del vientre como el de la araña. El confesor lo recoge, lo enrolla lentamente y luego hace de este hilo un tejido muy fino que extiende sobre el diván. Saborea la confesión y observa la agonía de la victima cuando la jaula se cierra.

- Bieen, bieen- Dígale a la secretaria que le de una nueva cita-.

Mas allá del confesor esta la confesión que es el discurso expresado; si el confesor además es un místico, es decir de aquellos que creen participar de una experiencia sobrenatural, particular y exclusiva de ellos pero que en realidad es muy común, sentirá un temor reverencial repentino ante lo confesado y a diferencia del psiquiatra, él sabe que no puede pretender reconstruir mundos despedazados, ese no es su oficio, antes por el contrario debe tratar de ayudarlos a asirse a esa luz indecisa que nada tiene que ver con los candelabros y las lámparas de neón. ¿Cómo puede ayudar el confesor en la lucha contra la influencia de la tentación, por ejemplo, si ésta es entre otras cosas, un desgarramiento sorpresivo de la carne del otro y él es apenas una voz más detrás de un tipo de confesionario? ¿Pueden sus consideraciones, consejos, advertencias y demás actos de habla incidir en las fluctuaciones de esta conciencia ajena; cuando se sabe que la fluctuación predomina sobre la estructura fija de los mundos construidos y por su propio impulso se inclina más al desorden que al orden? Además, mucho antes que este orden que el pretende reconstruir ya estaba el desorden mas crudo. Tal parece que esta psiquis tomada por la tentación deja de ser individual y forma parte mas bien de una totalidad social. En otro orden de ideas, quiere decir que la sociedad es prácticamente victima de esa psiquis.

- Señor (dice con voz muy baja el confesado)
- “He pasado una Temporada en el Infierno. Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones. Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas, la encontré amarga y la injurié.” (5)

Todo confesor se encuentra con un límite: ¿Qué seguridad tiene si por estar aconsejando y limpiando la viña ajena descuida la suya?, ¿No habrá entrado este tipo de confesor místico en un estado de obsolescencia del oficio, como el linotipista, el cartero, el profesor?

Tal parece que la búsqueda de los efectos de la tentación, detección en la cual basaba su oficio místico, entró desde hace mucho tiempo en crisis y alguno de estos confesores no se han dado cuenta. Una derivación conceptual actual de la tentación, como procedimiento de infiltración es por su puesto, el establecimiento, allí dentro, en la conciencia colectiva, del espantoso y mítico progreso material de la sociedad; ¡salir del subdesarrollo!, proclamaban los políticos del siglo pasado y los actuales. “Nosotros vamos a ser la gran súper-potencia del siglo XXI”. Con estos tentadores slogans y los bien diseñados planes futuristas, la población, la masa, la chusma, los batallones y las redes comunitarias de la sociedad civil y también de la incivil, entramos, por supuesto, a nuevos y vastos imaginarios sociales que dejan la mente echando chispas. Tales que ni el gran Dream Americani en sus tiempos iniciales vendió: Les daremos la pensión terna y reduciremos, por ahora la jornada de trabajo pero llegará el día en que esta dificultad será definitivamente eliminada.

Ya veo, con ojos visionarios - dice un amigo gordo y sabio él- la gran oleada de inmigrantes de todas partes del mundo, no buscando entrar a New York sino a Caracas. ¿Qué proclama o anuncia esta tentación del desarrollo? , esta envidia del progreso de las otras Naciones; esta sed del uso de tarjetas de crédito, de dólares preferenciales, de la cajita feliz y las pastillas de la felicidad, que no sea otra cosa sino el advenimiento del homo demócrata y la sociedad opulenta. Hemos llegado al fin del futuro y tal como quiso decir Francis Fukuyama (6), ¡La historia si ha muerto! Ya en este umbral ¿De que forma puede aparecer o presentarse el cuerpo de la tentación? ¿Será la política, tal como siempre se ha interpretado como el fin de ética? Tendrá la forma de la seducción como la propaganda de la bebida gaseosa derivada de la coca. ¿Será lo que dicen los noticieros sobre ella? Tendrá la política la cara hermosa de una artista de novela. ¿Puede realmente una sociedad entera ser tentada? Entendida esta “entera”, como la sociedad de consumo, es decir aquella que tiene un vacío en sus ejes esenciales y por lo tanto nunca se satisfacen sus necesidades. La que niega el sufrimiento, le asquea la pobreza y el envejecimiento y le encanta la velocidad de los automóviles de lujo; gasta en construcciones faraónicas, estadios que después dejan abandonados y éstos duran menos que las pirámides. Tal parece que las cosas han cambiado de sitio y la lucha contra la tentación está más allá del concepto de culpa de un individuo para ser una cosa exclusiva de los políticos y éstos, aunque no lo crean, son simples agentes de un sistema totalitarista mundial.

Vamos a tratar de entendernos, aunque da lo mismo que confundirnos; si el discurso de este poder político que ellos venden y que rige esta sociedad es el despliegue del control, la tentación, de cualquiera forma que se presente, bien como avaricia de felicidad, de justicia, de libertad, de poseer bienes y el anhelado confort, la cesta ticket, entre tantas otras tentaciones de una sociedad holgada, petrolera ella, está ganando terreno. Este confort por su puesto que tiene su contra, y trae consigo, necesidades de seguridad que anteriormente ni siquiera se imaginaban. El secuestro express, el sicariato sport, la vacuna, la prostitución babilónica, la sádica, y la invasión de los vecinos suizos bajo el pretexto de refugiados, etc.

La sociedad tal como era concebida ingenuamente por los hombres místicos, los estadistas y los constructores de Constituciones como San Jorge, los Jesuitas, las Damas de la Tercera Compañía, los templarios, los Adecos, Gandhi , Martín Luther King y las antiguas Corporaciones Petroleras, ya no es igual sino una pasta internacional de redes de intereses. En consecuencia, la ideología del consumo, las ansias del poder, la búsqueda de la felicidad, podrían ser en suma, la esencia de la tentación, pero ésta, aparece camuflada, se torna imprevisible y maneja las sociedades a su antojo; ciertamente la influencia de la tentación ya no es igual en estos tiempos como fue representada formidablemente en un cuadro medieval de Paolo Uccello, pintor Italiano de Florencia, 1397. San Jorge y el dragón; la dama y el caballero de la justicia, todos figuras simbólicas, en cuyo relato este caballero se supone que vence al dragón que bota fuego por la boca y obtiene como recompensa a la dama, pero siempre queda la incertidumbre, es decir las múltiples interpretaciones del espectador, que ocurriría si es al revés , que sea el dragón quién se coma a la dama y al caballo, o en todo caso, que el caballo bote fuego por la boca y la dama sea más bien una dragona.

San Juan de la cruz quién fue un confesor en el convento de Encarnación de Avila, España siglo XVI, es un ejemplo de confesor que venció la incertidumbre y adquirió, como se creía, gran experiencia en la batalla contra la tentación. Oía con atención a los locos y a las locas, miraba con ternura aquellos seres indefensos que caminaban sin saberlo sobre cuerdas muy débiles sobre sus propios abismos y decía para sí, aunque escribió estas reflexiones para ser leídas por otros, que sólo los escogidos, luego de sufrimientos podían conocer sus imperfecciones. San Juan fue perseguido, masoquista encarcelado, torturado y reducido al desprecio por la corporación religiosa donde creía pertenecer, y murió convencido que había vencido al enemigo oculto; cuestión muy relativa, por su puesto; lo demoníaco en este caso que era básicamente aquello que lo perseguía, desprecia la realidad mística y no la realidad real, se cree que la desea en todo caso, porque cree que siempre le ha pertenecido. Este enemigo oculto bien podría tener el perfil de un infiltrado, un intelectual de derecha o también de la izquierda light. La noche oscura de San Juan de la Cruz es cuando alguien reconoce una imagen deteriorada de sí misma y entra a su propia contemplación con dificultad. Para la sociedad moderna, las profundidades de la agonía, la sed de consumo, la avaricia del éxito, la acumulación, el dinero plástico, la bolsa de valores y tantas otras tentaciones, si se compararan con los problemas religiosos de san Juan de la cruz, serían prácticamente un lujo. nhlucena@hotmail.com.
To be continued: B. El infiltrado Críminis.


NOTAS
1. A.P.A. (Asociación de Psicólogos Americanos).
2. Alien—Personaje ficticio de la película “Alien, el octavo pasajero”.
3. Canción popular venezolana
4. Martín Heidegger (1967). El Ser y el Tiempo. México: F.C.E.
5. Arthur Rimbaud (1977) .Una temporada en el infierno. Barcelona-España: Ed. Rio Nuevo.
6. Francis Fukuyama (1994). El fin de la Historia y el último Hombre. Bogotá: Ed. Planeta.
7. Imagen de Paolo Ucello: